Se dice que 9 de cada 10 críticas
constructivas no lo son realmente.
¿Y tú? ¿Sabes criticar de forma constructiva?
“Si yo te estoy criticando por tu
bien, es constructivo todo lo que te digo” seguro que alguna vez habéis oído
esta frase, ya sea de vuestra boca o de otra persona; o quizás os suene más la
frase de “te voy a hacer una crítica constructiva, por tu bien” y ¡zas! un poco
más y os apuñala por la espalda. Tal vez esto no os ha sucedido, pero ¿Alguna
vez por decir la verdad te has metido en un buen marrón? ¿Tus verdades parecen
flechas envenenadas para los demás? ¿No puedes aguantarte a decir lo que
piensas sin atender a las consecuencias? Entonces, quizá cuando te sinceras no
lo haces de la mejor forma posible.
Tal y cómo hablamos en "CÓMO AFRONTAR LAS CRÍTICAS" algunas de éstas pueden ser constructivas y otras no. Una
verdad al igual que una crítica puede doler. Hoy en día el derecho a la opinión
está en boca de todos, pero, ¿sabemos realmente cómo criticar de forma
constructiva? Una mala crítica con buenas intenciones puede desembocar en
conflictos, discusiones o malos entendidos.
Es por ello que en este artículo os quiero
exponer los aspectos a tener en cuenta para asegurarnos que una crítica sea
realmente constructiva y dejemos de destruir cada vez que decimos nuestra
opinión.
Existen tres motivos por los que
queremos criticar algo o sincerarnos:
- Queremos expresar lo que sentimos al respecto.
- Nos sentimos incómodos con algo y lo queremos cambiar.
- Facilitar a la persona información valiosa.
Ahora que ya sabemos aquello que nos mueve a realizar una crítica o a sincerarnos con una persona con respecto a esta o una situación, a continuación se presentan aquellos aspectos que ha de cumplir una
crítica para que sea constructiva:
- Ha sido realizada en el momento y lugar adecuados.
- El estado emocional de la otra persona es el adecuado: que no se encuentre irritada, triste, abatida…
- Nuestro estado emocional es el adecuado: nos encontramos tranquilos, controlados,
- Mostramos una buena comunicación no-verbal: sin mirada amenazante ni postura defensiva, sin ironías ni burlas.
- No realizar acusaciones, amenazas o intimidaciones.
- Nos ponemos en el lugar del otro, intentando comprender cómo se siente.
- No utilizar en el discurso etiquetas, descalificaciones o insultos.
- No utilizar los “deberías” “tendrías que” o “es necesario”.
- No realizar comparaciones (y menos aconsejar algo que ni nosotros mismos cumplimos).
- No dárselas de “modelo a seguir”: es decir, incluir en ello una historia personal o vivencia propia, puesto que cada situación y persona es distinta.
- No remover el pasado: es decir, relacionar la forma de ser o de actuar de esa persona con lo sucedido. “Te acuerdas cuando… pues te ha pasado lo mismo”
- No hacer la “metralleta”: es decir, mantener la crítica sin dejar al otro mediar palabra sobre ello (es importante dejar espacio).
- No mezclamos un tema con otro que no tenga mucho que ver con el principal asunto (¿para qué poner una leña que no se va a quemar?).
Sincerarse y criticar son dos
formas de comunicar aquello que sentimos. Resulta importante atender a cómo nos
expresamos para poder darnos cuenta de qué aspectos podemos mejorar en nuestra
comunicación, y con ello, mejorar en nuestras relaciones interpersonales.
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