Una emoción se convierte en
tóxica cuando influye en nuestra vida afectando a nuestro bienestar emocional. Tal
y como dice la palabra, son emociones que pueden “intoxicar” tu vida, haciendo
que veas las cosas de otra forma, mucho más irracional y destructiva,
influyendo en tus relaciones y transmitiendo esas emociones a otras personas
que te rodean.
Una persona que tiene emociones tóxicas suele dejarse guiar por
la opinión de los demás o incluso llega a depender de su estado. Es una persona
que le afectan mucho los sucesos, gestos y palabras de otras personas. Asimismo,
muchas veces, estas emociones pueden venir por una relación mantenida con PERSONAS
TÓXICAS, de las que ya hablé en un artículo anterior (AQUÍ).
¿Cómo saber si una emoción es
tóxica?
Una emoción llega a ser tóxica
cuando no se corresponde con la realidad, es desproporcionada en intensidad y
no tiene utilidad para nuestro crecimiento en la vida.
Existen muchas
emociones tóxicas, pero las tres más comunes y a su vez más tóxicas para nuestro bienestar son en las que
me centro en el post de hoy:
- La culpa: sentir culpabilidad es sentir que toda la responsabilidad recae sobre nosotros y que el hecho de que algo salga bien o mal depende solamente de nuestra actuación. En ocasiones, la culpa puede llegar tan lejos que podemos llegar a pensar que el hecho de cómo actúen los demás también recae en nosotros. Pensamientos como: “no me lo merezco” son muy comunes en la culpa. Una culpa tóxica es muy probable que se convierta en impotencia, pena y que acabe en tristeza.
- La frustración: todos tenemos derecho a enfadarnos, pero llegar a una frustración tóxica es no tener el dominio de esa emoción. La frase en nuestra cabeza que más suele desencadenarnos rabia es: “qué injusto”. Tienes que saber que todo lo que suceda a nuestro alrededor no siempre nos va a agradar. ¡Cuidado! No te enfades contigo mism@, la autodestrucción no te lleva a ninguna parte. El objetivo es controlar la rabia y aprender a tolerar las situaciones que la desencadenan.
- Necesidad de aprobación: ésta necesidad emocional nace en nosotros desde que somos pequeños, supone nuestro feedback inmediato para saber si lo que estamos haciendo está bien o mal: “mamá, ¿es así como se hace?, “papá, ¿te gusta este dibujo que he hecho?”. Pero esta necesidad se vuelve tóxica cuando no decimos o hacemos algo por miedo a lo que puedan pensar o comentar de ti, lo que comúnmente se dice "miedo al qué dirán". Nosotros tampoco podemos siempre agradar a los demás. De echo, sabemos que muchas veces no hace falta hablar con una persona para sentir esas “malas vibraciones” o incomodidad, simplemente habrá gente que nos caiga bien y gente que no.
Existen muchas
emociones tóxicas: la ansiedad, la depresión, la envidia, el miedo y los
celos. El peligro de
una emoción tóxica es que un@ se acostumbra a vivir con esa emoción y llega a
creer que esa emoción le sirve para algo. Es por ello que es importante
deshacerse de ella cuanto antes. Deshacerse de una emoción tóxica no es fácil,
pero todo es empezar por darnos cuenta de que esa emoción no nos hace bien. El “eso, él o ella, me ha hecho
sentir así” no nos vale, está claro que todo nos influye a la hora de pensar,
sentir y actuar, pero nosotros somos dueños de nuestros pensamientos, y éstos
son los que determinan nuestra conducta y cómo al final nos sentimos.
Expresar lo
que sentimos es fundamental para tenernos en cuenta. Tenemos el derecho de
expresar lo que sentimos y cómo lo sentimos, pero siempre de forma saludable,
ya que sino, terminamos perjudicándonos a nosotros mismos y a los demás.
Libro recomendado: EMOCIONES
TÓXICAS (Bernardo Stamateas)
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Agradeceré enormemente sus opiniones sobre el Blog: "Anatomía de la perversión"
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