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¿Qué pasaría si...?. Capítulo II.

     En este capítulo II continuamos desgranando el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG). Hoy nos centraremos en cómo empieza y cómo se mantiene el TAG. (Arturo Badós, 2005)

     Según estudios, puede tratarse de una vulnerabilidad biológica o genética que interactúa con una hipersensibilidad psicológica (basada en experiencias evolutivas tempranas), de modo que ante la ocurrencia de eventos estresantes la persona responde con preocupación y ansiedad excesivas. En vez de desarrollar métodos de afrontamiento eficaces, en las personas con TAG surgen las preocupaciones, quizá por el carácter futuro de los temores. No son amenazas presentes, son futuras y de muy baja probabilidad de ocurrencia, para las cuales los únicos recursos que quedan son los de tipo mental.

     En cuanto a antecedentes psicológicos evolutivos que predispongan al TAG podemos citar eventos traumáticos en el pasado (pérdida del progenitor antes de los 16 años, padre alcohólico, sufrir cualquier tipo de agresión), apego inseguro a su principal ser querido en la infancia, conflicto de los padres, etc. Además los sujetos con TAG presentan a menudo una personalidad perfeccionista, dependiente y falta de asertividad (Rapee, 1995).

     Borkovec (1994) distinguió dos tipos de componentes en la vulnerabilidad psicológica: 1) percepción de la amenaza generalizada (o visión del mundo como peligroso) y 2) sentirse incapaz de afrontar los eventos amenazantes.


     Dependiendo de la historia anterior, las personas con Trastorno de Ansiedad Generalizada aprenden a estar hipervigilantes para intentar descubrir las posibles amenazas. De esta forma presentan un umbral más bajo para percibir la ambigüedad e interpretan la información ambigua como amenazante ( por ejemplo, oír que ha habido un accidente de coche hace pensar que un familiar está implicado). Todo esto puede traducirse en intolerancia a la incertidumbre y a la activación emocional en estas personas (Ladouceur, Talbot y Dugas, 1997).

     Pues bien, todos estos déficits (hipervigilancia, interpretar la información ambigua como amenazante, intolerancia a la incertidumbre y a la activación emocional, etc.) dan lugar al surgimiento de las preocupaciones, las cuales implican una sobreestimación de la probabilidad y coste de amenazas.

     La creencia de que las preocupaciones son útiles contribuyen al mantenimiento de éstas. Según Borkovec, Dugas y Koerner los pacientes con TAG informan de algunos tipos de creencias, las cuales son:
  •    ``preocuparme hace menos probable que el evento temido ocurra´´. Es decir, la preocupación es supersticiosamente reforzada negativamente por la no ocurrencia de lo que se teme.
  •      ``preocuparme me ayuda a descubrir medios de evitar lo que temo´´. Preocupación como resolución de problemas.
  •       ``preocuparme por la mayoría de las cosas que me preocupo es un medio de evitar pensar en otras cosas más perturbadoras emocionalmente´´. Por ejemplo traumas pasados, o problemas actuales.
  •         ``preocuparme por un evento negativo me ayuda a prepararme para su ocurrencia´´. Mitiga la reacción emocional ante el acontecimiento negativo, si ocurriera.
  •        ``preocuparme me motiva para llevar a cabo lo que tengo que hacer´´. Refuerza el papel de la preocupación como una estrategia motivacional.   


Hasta aquí el Trastorno de Ansiedad Generalizada.
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¿Qué pasaría si...?. Capítulo I.

¿Me preocupo en exceso?, ¿Cómo saber si mis preocupaciones son realistas?.


     Cuando hablamos de preocupaciones nos referimos a una secuencia de pensamientos e imágenes con afecto negativo, orientado a peligros futuros que son percibidos como incontrolables. Incluso acciones o acontecimientos pasados entran dentro de esta preocupación, es decir, qué consecuencias podrían tener.
Hoy hablaremos sobre TAG : Trastorno de Ansiedad Generalizada.


     Definimos el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) como aquella preocupación y ansiedad excesivas (expectativa aprensiva), que son persistentes (más de la mitad de los días durante al menos 6 meses) y casi incontrolables sobre acontecimientos o actividades cotidianas. Si recuerdan mi primera publicación diferenciábamos entre ansiedad sana (la que nos activa y nos hace funcionar en el día a día) y la ansiedad patológica (aquella que interfiere en nuestra vida diaria). Pues bien, hablamos de la segunda. Para poder llamarla ansiedad patológica significa que su intensidad, duración o frecuencia son desproporcionadas en relación a la probabilidad real del acontecimiento temido.


     Las preocupaciones más constantes suelen hacer referencia a situaciones de la vida diaria. Estas pueden estar relacionadas con la familia, los amigos, relaciones interpersonales, dinero, situación laboral, los estudios, la salud, etc. En definitiva, y dentro de los ámbitos citados, se trata de preocupaciones por cuestiones menores.


     Según el DSM-IV , el centro de las preocupaciones no se limita a la posibilidad de tener un ataque de pánico (trastorno por crisis de angustia), sentirse azorado en público (fobia social), contaminarse (trastorno obsesivo-compulsivo), estar lejos de los tuyos (ansiedad por separación), ganar peso (anorexia nerviosa), numerosas quejas físicas (trastorno de somatización), o padecer una enfermedad grave (hipocondría). Tampoco en el transcurso de un trastorno por estrés postraumático, ni a los efectos fisiológicos de una droga, fármaco o enfermedad.


     Una vez claro esto, las personas con Trastorno de Ansiedad Generalizada se preocupan por situaciones que es improbable que sucedan, o que si ocurren son mucho más controlables y menos dramáticas de lo que piensan. Solo son capaces de dejar de pensar en una preocupación cuando aparece un nuevo tema de preocupación.  Según Deffenbacher ``es como si estuvieran petrificados en las primeras etapas de una solución de problemas´´. Cuando aparece una nueva preocupación le dan vueltas y más vueltas, son incapaces de encontrar una solución, y reiteradamente  piensan en errores, posibilidades negativas, equivocaciones, etc. Es muy probable que las preocupaciones estén relacionadas con la intolerancia a la incertidumbre (Dugas y Ladouceur, 1997).


     Podemos citar cinco preguntas muy significativas para saber si dicha preocupación y ansiedad son desadaptativas (Badós, 2005): 1) ¿se preocupa por cosas sobre las que, según usted, la mayoría de la gente no se preocupa?, 2) ¿encuentra muy difícil dejar de preocuparse y, en consecuencia, no puede relajarse?, 3) ¿su preocupación raramente da lugar a alcanzar una posible solución para un problema particular?, 4) ¿cree que si no se preocupa, sucederá realmente un acontecimiento terrible?, 5) ¿ se preocupa por no preocuparse o se preocupa cuando las cosas le van bien en la vida?.


     Y como en cualquier trastorno de ansiedad, intervienen asociados algunos síntomas como inquietud, impaciencia, cansarse o fatigarse con facilidad, dificultades para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular, perturbaciones del sueño, etc. Quizá el síntoma somático (o físico) más característico del TAG sea la tensión muscular. Por tanto el TAG requiere que la preocupación y ansiedad y los síntomas somáticos o físicos produzcan un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento de la persona.


Como ven en el título de post, seguiremos hablando de Ansiedad Generalizada en el capítulo II de esta publicación, donde abordaremos la génesis y el mantenimiento del trastorno.

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