La heroína es una droga
opioide producida a partir de la morfina, una sustancia natural que se extrae
de la bellota de la amapola, también conocida como “adormidera asiática”. Es
una droga ilegal altamente adictiva.
En el año 2011, 4,2 millones
de personas en los Estados Unidos de 12 años o mayores habían consumido heroína alguna vez en su
vida. Se calcula que alrededor del 23 por ciento de las personas que consumen
heroína se vuelven dependientes de ella.
No solo es el opiáceo de más
abuso sino que también es el de acción más rápida. Se puede inyectar
proporcionando la mayor intensidad y causa la oleada de euforia, es decir, es
más rápida, inhalar o fumar, son más lentos sus efectos se sienten después de
unos 10 minutos.
¿Cómo afecta la heroína al
cerebro?
Al entrar al cerebro, la
heroína se convierte de nuevo en morfina y se adhiere a los receptores
opioides. Estos receptores participan en la percepción del dolor y en la
gratificación. Además están localizados en el tallo cerebral, que controla
procesos automáticos.
Después de una inyección
endovenosa de heroína, el usuario siente una oleada de euforia acompañada de
sequedad en la boca, enrojecimiento caliente de la piel, pesadez en las
extremidades y confusión mental. Después de esta euforia, el usuario pasa una
sensación de estar volando, un estado en el que se alterna entre estar
completamente despierto y adormecido.
El consumo regular de la
heroína cambia la forma de funcionar del cerebro. Uno de los resultados es que
se crea tolerancia a la droga, lo que significa que el usuario necesita una
mayor cantidad de la droga para obtener la misma intensidad del efecto. Otro
resultado es la dependencia, caracterizada por la necesidad de continuar con
el consumo de la droga para evitar los síntomas de abstinencia que pueden ser
dolor en los músculos y huesos, diarrea y vomito, escalofríos con piel de
gallina y movimientos en forma de patadas.
El abuso de la heroína está
asociado con varias consecuencias graves para la salud, que incluyen sobredosis
mortal, aborto espontaneo y enfermedades infecciosas como el VIH/SIDA y la
hepatitis.
Hay una serie de
tratamientos, entre ellos, terapias conductuales y medicamentos (metadona,
buprenorfina y naltrexona) que son eficaces para ayudar a los pacientes a dejar
de consumir la heroína y volver a tener una vida estable y productiva.
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Macarena Pérez Villén
“Sé la heroína de tu vida no la víctima” Nora Ephron
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